En la música, podría decirse que la percepción de lo que es bello depende de una sensación de satisfacción. Esta dependerá de la química cerebral particular de cada individuo, de su experiencia auditiva particular, su concepto estético, y de su contexto socio-cultural.
Siendo el ser humano eminentemente racional, al escuchar música el cerebro se ocupa de buscar estructuras identificables, coherentes, agrupables: si esto se cumple, se produce en él una respuesta satisfactoria.
La memoria es la función cerebral más importante en este proceso. Si las iteraciones de un evento sonoro son identificables en períodos de tiempo más o menos simétricos el cerebro identifica el intervalo de tiempo como un “pulso” y es capaz de predecirlo, esperando en esos momentos otros eventos sonoros. No necesariamente en cada pulso va a existir un evento sonoro, pero si en los pulsos consecutivos aparecen eventos sonoros que confirmen la estabilidad del pulso el cerebro responde con un estímulo satisfactorio. A la interacción entre los eventos sonoros y el pulso se le denomina “ritmo” musical.
Los eventos sonoros pueden dividirse en dos grupos: ruidos y sonidos. Los ruidos no tienen una vibración constante, mientras que los sonidos sí. Un ejemplo de ruido es la emisión de las letras consonantes y un ejemplo de sonido es la emisión de las letras vocales.
Tanto ruidos como sonidos participan en el lenguaje musical, pero debe también considerarse la gran importancia del silencio. En analogía con el lenguaje escrito, el silencio participa del discurso musical como lo hace el espacio entre las palabras, delimita conjuntos y les da sentido. La duración del silencio puede compararse con el papel de los signos de puntuación: un silencio corto (como una coma) indica que lo que se escucha a continuación pertenece aún a la misma idea musical, mientras que un silencio largo (como un punto aparte) supone que la idea escuchada previamente concluyó, total o parcialmente. A la relación entre los eventos sonoros y los silencios cortos y largos se le conoce como estructura rítmica y a grandes rasgos define la “forma” musical.
Una sucesión de ruidos y/o sonidos con una estructura rítmica específica es considerada un “motivo” musical. Si dicho motivo tiene un silencio similar al “punto seguido” y luego se escucha una repetición exacta del mismo motivo, el cerebro reacciona con una respuesta satisfactoria. La segunda idea musical, no tiene ni siquiera que ser una repetición exacta para que sea satisfactoria, puede ser una versión variada, leve o significativamente, siempre que se perciba alguna relación con la idea original. Si en cambio la segunda idea musical es totalmente diferente a la primera, la sensación de satisfacción no llega y el cerebro continúa a la espera de una repetición, total o parcial, de alguno de los motivos previos.
Si una sucesión de eventos sonoros utiliza solo ruidos, el motivo es rítmico. Si la sucesión involucra sonidos, el motivo es melódico.
El primer instrumento musical es la voz cantada. Las cuerdas vocales son capaces de producir ruidos y sonidos (consonantes y vocales) y ambos eventos sonoros participan en el lenguaje hablado de manera simultánea. Por ejemplo, la emisión de la sílaba “de” involucra la emisión de un ruido (la consonante “d”) seguido de un sonido determinado. Ese último sonido (la vocal “e”) tiene características de timbre, altura, duración, e intensidad.
Los instrumentos musicales creados por el hombre (artificiales), tienen la capacidad de emitir ruidos y/o sonidos con múltiples y variadas diferencias entre sí. Algunos producen solo ruidos (como algunos de los instrumentos de percusión) y otros producen (prácticamente) solo sonidos, como los instrumentos de viento o los instrumentos de cuerda. Sin embargo, es importante reconocer que casi la totalidad de los instrumentos musicales producen en alguna medida tanto ruidos como sonidos.
Por ejemplo, un instrumento de percusión como los platillos de choque, eminentemente producen un ruido porque su vibración es irregular, pero en frecuencias muy agudas (casi imperceptibles) suceden múltiples sonidos determinados y cortos, que contribuyen a una identificación tímbrica particular (a menudo descrita como “brillante”).
La flauta por ejemplo, produce predominantemente sonidos y sin embargo, como la producción del sonido ocurre al pasar una corriente de aire soplado de manera particular por la boca del intérprete y hacia el cuerpo de la flauta a través de un orificio en la “boquilla” del instrumento, el “ataque” (inicio de la producción del sonido) y el aire producen un ruido que se suma al timbre del sonido producido, contribuyendo al evento sonoro complejo.
El denominado “ataque” del sonido puede ser abrupto o suave, y en ambos casos afecta el timbre del sonido.
Cualquier sonido determinado, ya que vibra a una velocidad constante, contiene un grupo de vibraciones simpáticas denominadas “armónicos”. La cantidad de armónicos percibidos en un sonido y sus intensidades definen su timbre particular. Esos factores pueden alterarse mediante el ataque de la nota. Es así que, aunque un mismo instrumento tiene un timbre particular e identificable, puede producir el mismo sonido con diversas alteraciones en el timbre según, por ejemplo, la intensidad o la ubicación del ataque.
El timbre, la velocidad del pulso, la dinámica (intensidad del sonido) y otros factores, le otorgan a una melodía una identidad particular denominada “carácter” musical. Dicho de otra manera, una misma melodía puede interpretarse de diversas formas, según el carácter deseado por el intérprete, o según sea especificado por el compositor.
Los armónicos son vibraciones más rápidas que la del sonido fundamental que las produce, y que ocurren simultáneamente. Dicho de otro modo, al escuchar un sonido determinado no estamos percibiendo un solo sonido, sino un conjunto de sonidos diferentes. Ocurre lo mismo con los colores compuestos, el color verde es en realidad la suma del amarillo y el azul; la proporción de uno u otro cambia el “tono” del verde resultante. Al percibir un sonido determinado, la intensidad de tales o cuales armónicos define el timbre del sonido. Por eso en los instrumentos de cuerda pulsada o frotada, el timbre se ve afectado por el “punto de contacto”, ya que se “excitan” diferentes armónicos para el mismo sonido fundamental: si se ataca cerca al puente el sonido parece “brillante”, si se ataca cerca al diapasón, el sonido parece “opaco”.
Los armónicos son entonces, un grupo de sonidos relacionados al sonido fundamental, y su conjunto es fácil de reconocer y asociar para nuestro cerebro racional. De modo que, al escuchar cualquier sonido, el cerebro ya tiene identificados otros sonidos diferentes que están estrechamente relacionados con aquel. Si se tocan simultánea o sucesivamente otros sonidos fundamentales, el cerebro siempre tratará de organizarlos y decidir si pertenecen al conjunto que tenía como referencia, o si en cambio, no pertenecen a él. De nuevo, la respuesta química a la coherencia o incoherencia de lo que se escucha puede ser satisfactoria o insatisfactoria, y aunque en general todos los seres humanos reaccionarían de manera similar, pueden haber individuos a los que les parezca satisfactoria la incoherencia.
La memoria sigue siendo indispensable, el cerebro compara los sonidos sucesivos con un conjunto que toma como referencia.
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